21 may 2011

Paz



La playa estaba vacía y el sol del atardecer le calentaba la espalda cariñosamente mientras leía su libreta vieja.
La que sacó de su caja de recuerdos una noche y no se atrevió a destapar.
La guardó debajo de la cama y esperó a estar preparada para hacerlo.
La navidad anterior quemó todos sus recuerdos agridulces en la chimenea de casa para poder empezar el año siguiente acumulando recuerdos nuevos llenos de olores distintos.

Pero aquella tarde si se sentía preparada para leer su libreta llena de poemas, llena de tachones, de manchas de tinta y pequeños textos de un pasado que aunque se le antojaba de colores ocres era suyo y le pertenecía.

Cuando terminó, se levantó se limpió la arena un instante, se acercó a la orilla, el mar estaba en calma, los últimos rayos de sol reflejados en el agua dibujaban un atardecer hermoso.

Se desnudó y como si de un ritual se tratase se fue deslizando lentamente, se fue sumergiendo en aquel mar que le acariciaba la piel con cierta ternura. La vieja y triste libreta se hundió enseguida y todas las letras fueron devoradas por la sal.

Cerró los ojos y sus labios dibujaron una sonrisa en silencio.

Por una vez en su vida no pensó en nada.

Una sensación de serenidad y de paz se apoderó de ella.

Se sintió feliz y llena de vida,

atrás quedaron los miedos y las tormentas.

Ahora tan solo podía caminar hacia un presente maravilloso.